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Mostrando las entradas de mayo, 2014

Fugaz

El hijo del cielo, después de sacrificar cien mil vidas en vano en la última batalla, mandó construir una pila funeraria. Ascendió a ella, observó en silencio los pocos súbditos que quedaban, miró fugazmente el sol, y luego de hundir la espada en su vientre, gritó que encendieran el fuego.

Número 8

Soñé con la sonrisa del sol: ardiente, ultravioleta.

Hijo

Probé la sangre, lamí con ansias. La noche me encontró agazapado, trémulamente satisfecho, y me arropó con sus brazos y me llamó el más bello de todos, el caído.

Procedimiento

Entró la aguja y mi cabeza se inundó de agua; la mitad de mi cuerpo durmió, años después la otra mitad hizo lo mismo. Cerré los ojos y dentro de los ojos bajé los párpados y caí en un pozo. Dos veces la luna parpadeó en el cielo. Desperté cantando.

Abubilla

El sultán sólo comía yogur. El sultán se encontraba encerrado en una jaula de hierro, desnudo. Se la pasaba acostado todo el día. Sus ojos estaban secos. Su cuerpo, enjuto y hediondo. El sultán, a veces, soñaba con su palacio, luminoso y vacío, abandonado en un desierto rojo.

Celofán

El dolor sembrado en mi interior hace que me doble. Cierro fuertemente los ojos, tratando de olvidar el dolor a través de otro dolor; sufro espasmos, el interior de mis tripas se comprimen; no hay dios en esta envoltura dolorosa, de celofán. Me aprieto el vientre, sudo. Luego me levanto, crujo, alzo la vista y me miro desaparecer al interior del espejo.

El hombre oscuro

Un dulce olor, tibio, la mancha granate, extendida, mi nariz sobre ella, fascinada y repelida. Luego las ganas irresistibles de seguir oliendo, después la mueca, la repugnancia de la herida, la sangre escandalosa, húmeda.