Las negras ramas de los tamarindos

La anciana miraba de cerca el cuerpo tenso del joven que dormía, sudaba, respiraba con dificultad, apretaba los dientes y los párpados. La anciana vigilaba su sueño intranquilo, sumergida en la oscuridad de la habitación, ávida, casi lista para hacerlo suyo.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Moctezuma sueña / Por J.C. Guinto