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Mostrando las entradas de marzo, 2015

Mare Nubium... I

Los días se acortaron, y el mundo se volvió fantasmagórico. D.H. Lawrence Un hombre, dueño de una isla del mar del norte, camina absorto en fatales pensamientos; durante horas recorre en silencio su propiedad con las manos entumidas dentro de los bolsillos de su raído pantalón azul, el cuerpo encorvado, la cabeza gacha, la mirada fija al suelo. Únicamente la necesidad de comer logra sacarlo del trance, y se enoja con el hecho de tener que parar el flujo de recuerdos por el ordinario acto de remojar el pan en aceite y llevárselo a la boca.

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II

Un hombre, atrapado en una isla del mar del norte, se ha dedicado durante los últimos diez años a contar todas y cada una de las rocas que conforman su isla. Caminando de una orilla a otra, bordeando innumerables veces el estrecho territorio con los ojos atentos en las piedras, llevando la cuenta en un viejo cuaderno de pastas verdes; no importándole el horripilante clima, las heladas, la lluvia de granizos, el hombre cumple la tarea que se impuso con la esperanza de que al final no queden más pensamientos al interior de su cabeza, que sólo piedras grises y negras.

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III

Un hombre, encarcelado en una diminuta isla del mar del norte, aterido de frío, de pie frente al violento oleaje, de pronto se asombra al ver que llueven gaviotas congeladas. Observa atónito como caen las aves, chocan con el mar, con las rocas, y se hacen pedazos. Innumerables cuerpos emplumados, apenas distinguibles, tapizan su isla. La visión tranquiliza su alma oscura y se retira lentamente a su casa, silbando una dulce melodía. Abre la puerta y entra. Mira las paredes de madera tosca, el techo, sus míseras pertenencias encima de una mesa resquebrajada, su viejo cuaderno y la cama minúscula. Se desnuda. Se acuesta. Continúa silbando y oye como se desata la tempestad allá afuera. Sonríe. Duerme. Sueña con la isla, se ve caminando encorvado, sus manos entumidas dentro de los bolsillos de su raído pantalón azul. P reso de la curiosidad s e acerca por detrás a él mismo. Toca su hombro. Y cuando voltea se da cuenta que su cuerpo flota, inerte, en un tibio mar de nubes.

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IV

Un hombre, amante de una isla del mar del norte, yace muerto y congelado en su cama. El viento golpea con fuerza las paredes, el techo. Pero es el terrible oleaje el que finalmente desnuda la frágil construcción de madera. De súbito las olas se tragan la isla y allí no queda más que el mar helado, las nubes grises y un cielo oscuro.

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