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Mostrando las entradas de 2014

Mi cuerpo

Al ahogarme el perro húmedo me dio su cola, y me guió por un camino de piedras lisas. Al final del camino encontré un espejo, y dentro del espejo un jaguar bebiendo en el río, y en el fondo del río, mi cuerpo.

Cisne y trueno

Mi padre llega muy tarde por las noches; en vez de dormir se sienta en una dura silla frente a una vieja máquina de escribir; en vez de soñar aporrea teclas en imprime pequeñas letras negras, como hormigas, en las hojas. Mi padre trabaja toda la noche. El ritmo de su tecleo me arrulla, me duerme. Mi padre huele a las cintas de la vieja máquina de escribir, también a corrector líquido. Mi padre es el eterno protagonista de este sueño recurrente.

Los esfuerzos

El hombre talla la madera dentro de una habitación a oscuras. Se afana, suda, se corta los dedos pero aún así continúa trabajando. Su meta es crear a un dios que lo acompañe a tallar dioses sin parar dentro de una habitación a oscuras.

Fractura

La casa aparece en medio del desierto, brilla solitaria rodeada de arena y piedras. La casa de mi infancia, cuya estructura se mantiene sólida, aparece todas las noches en mis sueños, deslumbrante y firmemente anclada al desierto.

Habla el Rey

Besar tu rostro, recorrerlo con mis labios, hurgar tu piel con mi lengua arropados entre sombras cálidas, es mi más grande anhelo, hoy, enjaulado al interior de una montaña, tan lejos de ti.

Elbrús, más allá

Frente a ella se encontraba un lobo blanco, enjuto, su afilada mirada clavada en su cara de niña. Caía la nieve en el bosque, caía la noche y a pesar de los rezos, Trishka nunca se hizo presente.

Girl

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Orín

El monje recibió de manos de la joven una taza de te, pero al beberlo se dio cuenta del engaño, tiró la taza y le asestó a la burlona un duro golpe en la cabeza con su bastón. Así la joven mostró su verdadera personalidad de zorra y huyó, dando agudos gritos, al bosque, herida y asustada.

Piedras

Y es que aquí "no llueve, no neva, nunca sopla la tempestad". Me aburre el transcurrir chicloso de los días. Pasan las nubes y no hay nadie que se atreva a traermelas. Balan las ovejas, mugen las vacas. Los perros, acostados en el suelo de piedra, miran sus patas, la lenta marcha de las hormigas por las oquedades de sus huesos. Somos simulacros, cascarones, susurros en los pozos, minerales sin brillo. Fantasmas. Cientos, miles de fantasmas.

Azul

Mi alma flota en el aire y envuelto en llamas azules voy a tu encuentro, ojalá me recibas, ojalá no me tengas miedo.

Santo

El espíritu del río tomó de las manos al niño y lo hundió en sus aguas, sólo por diversión. Al volver en sí, el niño, empapado y rodeado por sus alarmados familiares, decidió jamás volver a hablar.

Copos

La noche en que por fin nevó fue aquella en la que me di cuenta de tu ausencia.

Uno más

Moldeé la delicada forma del ave con mis manos. Arriba se alzaban negras parvadas de zanates, ansiosos por recibir un nuevo hermano.

La anciana que miraba

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Las negras ramas de los tamarindos

La anciana miraba de cerca el cuerpo tenso del joven que dormía, sudaba, respiraba con dificultad, apretaba los dientes y los párpados. La anciana vigilaba su sueño intranquilo, sumergida en la oscuridad de la habitación, ávida, casi lista para hacerlo suyo.

Fugaz

El hijo del cielo, después de sacrificar cien mil vidas en vano en la última batalla, mandó construir una pila funeraria. Ascendió a ella, observó en silencio los pocos súbditos que quedaban, miró fugazmente el sol, y luego de hundir la espada en su vientre, gritó que encendieran el fuego.

Número 8

Soñé con la sonrisa del sol: ardiente, ultravioleta.

Hijo

Probé la sangre, lamí con ansias. La noche me encontró agazapado, trémulamente satisfecho, y me arropó con sus brazos y me llamó el más bello de todos, el caído.

Procedimiento

Entró la aguja y mi cabeza se inundó de agua; la mitad de mi cuerpo durmió, años después la otra mitad hizo lo mismo. Cerré los ojos y dentro de los ojos bajé los párpados y caí en un pozo. Dos veces la luna parpadeó en el cielo. Desperté cantando.

Abubilla

El sultán sólo comía yogur. El sultán se encontraba encerrado en una jaula de hierro, desnudo. Se la pasaba acostado todo el día. Sus ojos estaban secos. Su cuerpo, enjuto y hediondo. El sultán, a veces, soñaba con su palacio, luminoso y vacío, abandonado en un desierto rojo.

Celofán

El dolor sembrado en mi interior hace que me doble. Cierro fuertemente los ojos, tratando de olvidar el dolor a través de otro dolor; sufro espasmos, el interior de mis tripas se comprimen; no hay dios en esta envoltura dolorosa, de celofán. Me aprieto el vientre, sudo. Luego me levanto, crujo, alzo la vista y me miro desaparecer al interior del espejo.

El hombre oscuro

Un dulce olor, tibio, la mancha granate, extendida, mi nariz sobre ella, fascinada y repelida. Luego las ganas irresistibles de seguir oliendo, después la mueca, la repugnancia de la herida, la sangre escandalosa, húmeda.