Sueño que caigo dentro de un pozo
oscuro, y siento que mi cabeza se golpea con fuerza al llegar al fondo. El agua
se mete a mi nariz, me desespero, me hundo, intento alzar los brazos, mis manos,
pero no puedo.
Toqué la puerta y una anciana encorvada de ojos negros, que traía puesta una bata floreada, me abrió e invitó a pasar. Sonreí, le extendí la mano para saludarla, tal y como lo indicaba el protocolo. Pero ella no me la tomó. Buenos tardes, le dije, vengo de la Compañía. Lo sé, contestó muy seria. Yo pedí que mandaran un técnico de urgencia. Cierto, señora. Llámeme Esther. Bajé mi mano, saqué de mi bolsillo la orden de trabajo para practicarle una rápida entrevista. Pero ella hizo una mueca y me detuvo. Deje eso y venga para acá, me dijo con premura, usted disculpará el desastre, pero no he tenido tiempo de limpiar el lugar, tendrá que trabajar en la recámara. No se preocupe, contesté resignado, con que haya un par de enchufes cerca será más que suficiente. Los hay. La anciana me condujo por un largo pasillo. Las paredes tenían fotografías de perros y gatos haciendo cabriolas, subidos en autos de juguete y saltando la cuerda. Al fondo había una puert
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